martes, 18 de noviembre de 2008
Son como niños.
Ayer hice el primer examen en el centro donde estoy trabajando desde setiembre. Es un AFA, es decir, un Aula de Formación de Adultos, y ello supone un cambio de chip total respecto a todo lo que había hecho hasta el momento. Parece obvio que no es lo mismo enseñar a chicos y chicas adolescentes llenos hormonas en plena efervescencia y en la edad del pavo, que enseñar a abuelos y yayas que o nunca han ido a la escuela, o lo hicieron hace tanto tiempo que todavía les cuesta leer, escribir, e incluso comprender textos y enunciados. Con este tipo de alumnos los temas que se tratan, la manera de hablar, la metodología y las explicaciones que se realizan, a modo de cuento en muchas ocasiones, las actividades propuestas, el tiempo que se les da para realizar los ejercicios, etc, todo en definitiva es totalmente distinto. Todo va más despacio y se suele caer en el simplismo, pero, en realidad, no hay otra manera de trabajar. Sobre todo paciencia, mucha paciencia es lo que se necesita.
Tengo que decir también que no tengo sólo a integrantes del Inserso en mi equipo. Según la materia y según el turno, mañana o tarde, hay chicas y chicos más jóvenes, de entre los 20 y los 30, que dejaron de estudiar hace relativamente poco y ahora han reenganchado por motivos diversos. Obviamente con ellos la rutina de las clases es algo más dinámico y ordinario.
Imaginad cual fue mi sorpresa, pensando yo que mis nenes eran tan distintos, tan maduros por supuesto, al menos lo aparentan bastante bien con sus pantalones de pana, sus rebequitas, y sus permanentes exageradas, cuando en pleno examen 3 de las respetabilísimas estaban pegando unas copiadas del copón libreta en mano, o más bien libreta bajo examen, unas de ellas, y chuletón gigante, la otra. Me quedé de piedra, pasmao, sin saber que hacer. Lo juro. Incluso me hice un poco el loco al verlo ya que me pareció violento tener que llamar la atención a personas mayores sin faltarles al respeto. Di vueltas por la zona, me acercaba por aquí y por allá, decía lo típico de que el compañero siempre se equivoca, cada uno a lo suyo, etc etc... Pero ellas como si nada, a la mínima volvían a lo suyo. Increíble.
Lógicamente no quedarán impunes pues las pillaré por banda personal y privadamente y les cantaré las cuarenta y las que toquen, aunque en realidad, después de corregir los exámenes de las susodichas perlas, poco consiguieron copiar. Lo que duele es que yo pensaba que había buen rollo y que no era necesario tal artimañas sucias y despreciables, sobre todo si se tiene en cuenta que son abuelas que vienen más que nada a pasar el rato. En realidad son como niños.
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3 comentarios:
Jajajaja Campos!!!!
Sé condescendiente con las señoras... Cuando hables con ellas cuelgas las excusas que te den. Apuesto por un "no es lo que parece", jeje.
No te hagas mala sangre!
Mon
Pues imagínate que las pillas liándose un porro, y escondiéndose la maria en el puño (descarao), como me pasó a mi ayer...
Aunque haya bueno rollo, hay que poner límites siempre, es bàsico para la convivencia. Si no, hoy lo han hecho 3 mañana lo harán 5.
Un beso,
Anna
Bueno, deberíamos hacer en el blog un rinconcito con las frases y las excusas que nos dan los alumnos, no??? voy a ver si me pongo y me ayudáis los que estáis metidos en el ajo también.
Y a lo de los límites, lo tienen, y bien claro. La cuestión es que los límites de los exámenes no es necesario ponerlos o al menos eso creía yo. Igualmente sus resultados han sido igualmente lamentables y ya les di el rapapolvo consiguiente.
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