Todos los que me conocen saben que soy de buen comer y la verdad es que salta a la vista claramente. Además, poco recato tengo a la hora de saciar el buche. Igual engullo comida basura o rápida, que manjares exóticos y platos muy elaborados. Se podría decir , de forma poco apropiada y bastante soez, que "me lo como tó", frase por cierto muy propia de programas como "Callejeros" o incluso el del Arguiñano, que las suelta que da gusto también, pero que en este caso me viene como anillo al dedo.
En los últimos tiempos, por razones obvias de convivencia conyugal, la dieta de este mi cuerpo serrano se basa en arroces bien salseados con variedades indias y ceilandesas bien surtiditas de especies y picante. Con mucho gusto las devoro aunque no son éstas las únicas fuentes de nutrición que poseo, pues la pasta, debido a su rápida y fácil preparación, se ha convertido en otro recurso vitamínico esencial para mi y creo que lo es también para muchos de los que leéis.
La entrada de hoy, como se puede apreciar, trata el tema de la comida, y si no os he puesto, a estas horas del mediodía a las que escribo, que no son las mismas en las que leéis, ciertamente, per lo mismo da, si no os he puesto, decía, la boca hecha agua, poco debe faltar. Por lo menos yo ya babeo a lo Homer sólo de pensar en lo que quiero decir. Aún así, la entrada de hoy no es un simple halago a una comida, que bien preparada y presentada puede ser enormemente satisfactoria, sino más bien una crítica, pues también puede convertirse en una gran decepción.
Ayer noche, más por necesidad que por gusto, aunque no hubo ningún disgusto en el acto realizado, ni mucho menos, tuvimos que parar en el Mc Donald's a cenar. E imaginad cuál fue mi sorpresa cuando abrí la cajita, y utilizo conscientemente el diminutivo, y vi mi pequeña Big Mac, la supuesta Gran hamburguesa de la casa. Si la susodicha hubiera tenido cara me hubiera mirado con sus pequeños ojitos e incluso, con su pequeña boquita, pues también la tendría, se hubiera excusado por su escaso tamaño. Ciertamente, estamos en crisis y hay que ahorrar en la materia prima, que está cara, pero Dios mío, la hamburguesa que antaño regalimaba por toda la mano, ahora me cabía en la palma y sólo dos bocados fueron necesarios para hacerla desaparecer de este mundo para siempre.
Mirar el trozo de peli de Pulp Fiction de Tarantino.Me quedé con hambre, por supuesto, pero sobre todo me defraudó Mc Donald's, y no porque la comida no estuviera buena, que hay que reconocer que aunque no son exquisiteces tampoco están mal las hamburguesillas, sino porque el tamaño era ínfimo, y no creo que en la cuna de la hamburguesa las sirvan igual. Me acordé entonces de la secuencia de la peli de Pulp Fiction, en la que Travolta y Samuel L. Jackson hablan de las hamburguesas de los Estados Unidos y las de Europa, y lo buenas que son las de Burguer King o las del Kong. Y es que Tarantino es un loco de la comida rápida, además de un fetichista de pies, demostrado una y otra vez en todas sus pelis, y hace que te entren ganas de querer probarla, por lo menos la americana. Sólo escuchar cómo hablan de esos pedazos de carne y de los batidos de vainilla del garito tal o cual... dan ganas de pillarse un avión sólo para darle un bocaito a una y un sorbetón al bidóncito.
Algún día... algún día.
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