Un par de décadas.

Hoy se cumplen veinte añitos de la caída del famoso y mítico muro de Berlín y como es lógico desde todos los medios de comunicación, prensa, radio y televisión, se le da una especial atención al acontecimiento en forma de constante homenaje. Supongo que en China, Corea del Norte o incluso en Cuba, la celebración no será tal, y es que nunca llueve a gusto de todos, y lo que a unos les parece bueno a los otros todo lo contrario. Y la verdad es que parece que fue ayer cuando, muchos de nosotros, siendo aún muy niños, vimos las imágenes de unos alemanes descorchando botellas y picando piedra en una noche fría, mientras las noticias no hacían más que hablar del inicio de una nueva época. La verdad es que poco entendíamos los que nos pusimos a ver la tele en aquellos momentos. zapeando a la antigua usanza, es decir, manualmente, y más correctamente expresado, cambiando de canal, pues el zapeo aún no existía en los diccionarios, alternando pues, decía, imágenes de picapedreros espontáneos con permanentes de unos Europe y Bon Jovi, que en aquella época ya daban buena candela. Mis padres tampoco pillaban demasiado pero al parecer, según me contaron, fue algo muy importante, ya que se veía a muchos llorar y reencontrarse con sus familiares después de tantos años separados.

Tras el sentimentalismo, con los años y los estudios, he podido comprender lo que significaba el muro, el porqué lo plantaron ahí en medio, y las tragedias que provocó en millares de familias germanas. Y lo cierto es que por mucho que uno intente comprender las razones que llevaron a mantener una ciudad separada casi 30 años, no logra hacerse la idea de lo duro que debió ser vivir con una situación de tales características, eso sin contar que la familia, de uno u otro modo, no hubiese quedado dispersada en las dos mitades berlinesas. Pero lo más difícil de comprender es que todo aquellos se hizo por unas ideologías fundamentalistas en toda regla, comprensibles sólo en el contexto de la Guerra Fría, y por supuesto, que se imponían sin a tener en cuenta a las personas y su sufrimiento. Muchos murieron intentando cruzar al otro lado, saltando, escondidos, o por túneles excavados a lo Prison Break. La tentatación de una vida mejor era grande. Se dice que mientras un lado vivía a la manera occidental y disfrutaba del estado del bienestar, teniendo canales de tele como Dios manda e incluso Mc Donald's, el typical american way of life ya tan extendido, el otro lado lo pasaba jodido, con reestricciones de todo tipo y en todos los ámbitos (alimentos, servicios, y sobre todo libertad), pero para más inri, conocían lo que sucedía más allá, pues lo podía ver y escuchar en las emisoras y canales pirata. Good Bye Lenin es una peli que muestra a la perfección y con cierto humor esa cruda realidad.
Hasta tal punto llegó la unión del lado socialista, de la URSS con la satélite RDA, el lado alemán-oriental, que muchos llegaron a plasmarlo con un beso tornillo, de ésos de final de película, entre los mandatarios de ambos países, Breznev y Erich Honecker, que sellaba el pacto indisoluble que imponía el Telón de Acero en las mismas narices de Occidente.
Hoy en día continúan existiendo países divididos por muros, familias destrozadas sin muchos de los suyos, que están tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos. Muros reales, pongamos como ejemplo una parte de Palestina con su muro de la vergüenza, las dos Coreas, Méjico y Estados Unidos, simplemente muros de agua, el estrecho, o incluso muros que no son muros y que no son nada en realidad, las fronteras económicas que hace imposible que muchas familias estén juntas. Realmente esta es la injusticia y la vergüenza de nuestros días.