Constituye un refrescante chapuzón en la historia de los primeros personajes bíblicos, lleno de críticas a las religiones y a aquellos que son capaces de matar y utilizar su nombre para ello, a la religión judaica y posteriormente a la cristiana, que más a fondo tocó ya en su día en el Evangelio, y representa también un ataque frontal hacia los judíos de hoy en día, que no se libran de una, también a todos aquellos fundamentalistas, indistintamente de si se arrodillan o se santiguan, que hoy en día ensombrecen el mundo con su presencia y sus actos, y sobre todo un ataque directo y sincero hacia Dios, pues Saramago es un declarado ateo.
Un libro por tanto 100% recomendable y sin ningún desperdicio que lastimosamente se lee muy rápido, pero mientras dura se disfruta y hasta se echan unas buenas risas con el bueno de Don José. Para muestra un botón:
"El señor le dijo a abraham, Llévate a tu hijo isaac, a quien tanto quieres, y me lo ofreces en sacrificio sobre uno de los montes que te indicaré. El lector ha leído bien, el señor ordenó a abrham que le sacrificase al propio hijo, con la mayor simplicidad lo hizo, como quien pide un vaso de agua cuando se tiene sed, lo que significa que era costmbre suya, y muy arraigada. Lo lógico, lo natural, lo simple, hubiera sido que abraham mandara al señor a la mierda, pero no fue así. (...) Al tercer día de viaje, abraham vio de lejos el sitio señalado. Les dijo entonces a los criados, Quedaos aquí con el burro que yo voy hasta arriba con el niño para adorar al señor y después regresaremos hasta donde estáis. Es decir, además de ser tan hijo de puta como el señor, abraham era un refinado mentiroso, dispuesto a engañar a cualquiera con su lengua bífida, que, en este caso, según el diccionario privado del narrador de esta historia, significa traicionera, pérfida, alevosa, deleal, y otras lindezas semejantes."
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