viernes, 6 de febrero de 2009
Lápices Alpino.
No sé por qué pasa pero a veces sencillamente sucede. Algún olor casual se nos cruza por delante de las narices y nos evoca una imagen del pasado, una fotografía antigua, una película sepia sin sonido de nuestro pasado, muy vieja pero vívida como el día de ayer. En ocasiones ocurre lo opuesto, algo que vemos, seguramente de forma inconsciente, nos trae a la mente olores, que es mucho más difícil que lo anterior, que hacía tiempo habíamos olvidado y ésos, al mismo tiempo, nos recuerdan situaciones pasadas.
Hoy me vino a la mente un olor, si es que la mente puede recordar olores, un olor que casi pude sentir después en mis agraciadas fosas nasales como si delante lo tuviera, un olor que no recordaba desde hacía muchísimo tiempo y que me ha transportado a una clase de 1º o 2º de primaria. El olor de la caja de lápices Alpino, un olor reconocible que todos hemos sentido alguna vez. El olor fresco, el olor a madera, el olor de los colores estrenados en el papel. ¡Qué recuerdos!
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