lunes, 3 de enero de 2011
Qué trabajo!
Se me acumula la faena. Se me acumulan los regalos, en forma de libro, y lo cierto es que aún y tener tiempo para leer, desde hace algunos meses, concretamente desde que dejé de vagabundear por el tren Barcelona arriba y Barcelona abajo, he perdido un pelín el hábito de darle al libro. Ciertamente no hay excusa que valga, pero siempre he sido de leer fuera de casa. Me cuesta bastante concentrarme cuando estoy con la tele y el ordenador enfrente y eso de meterme en la cama con la intención de hacerlo es casi casi un suicidio.
Pero no puede ser. Ya lleo bastantes semanas sin pasar página y tras las Navidades se me amontonan los libros, los buenos libros, ésos que no se pueden dejar a un lado aparcados, ésos que hay que devorar sin demora alguna tal y como llegan a las manos. Tres títulos ocupan ahora la mesilla de noche: "Las llanuras de tránsito" de Auel, cuarto capítulo de la fantástica saga prehistórica que narra las aventuras de Ayla y Jondalar y que tengo a la mitad, "La caída de los gigantes" de Ken Follet, regalo de cumpleaños que prácticamente no he tocado y que pesa mínimo kilo y medio, y la última gran adquisición, regalo de Navidades, el Premio Planeta 2010, "Riña de gatos", del grandísimo Eduardo Mendoza, un grande donde los haya, que centra su última obra en el Madrid convulso antes de la Guerra Civil.
Por fortuna dispongo, tras las visitas navideñas de familiares venidos del norte, y las interminables sentadas gastronómicas, de 4 días de tranquilidad y desocupación absoluta para poder pegarles un buen tute a los tres. Para quedarme a solas con ellos, como si se tratara de una cita íntima, y dejar que me hablen y me cuenten todo lo que quieran. Una semanita para disfrutar de ellos tranquilamente mientras sentadito en el Paseo Marítimo de Calafell me puedo tomar un café calentito con el sol del Mediterraneo de fondo. Qué gustazo!
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