Hay que ver hasta qué punto puede llegar la obsesión de la sociedad por rendir culto al cuerpo. Tanto que los gimnasios se abarrotan en ciertas épocas del año para poner al día la maquinaria muscular, más por estética que por salud, ciertamente. Cuántos meses habré pagado, yo y muchos de los que leéis, sin haber pisado un solo día el susodicho centro infernal, donde, además de sudorosos y olorosos recién iniciados en la saludable filosofía del ejercicio, se encuentran, por supuesto, especímenes propios de este ecosistema conformado de mancuernas, máquinas, y bancos reclinatorios, tales como burros de carga brutales aunque sebudos, toretes bien dotaditos de deltoides extralimitados, o simplemente mamuts en todos los posibles sentidos que la prehistórica palabra pueda albergar.
Sí bien es cierto que muchos de nosotros nos encontramos incómodos en tales escenarios, hay personas que se sienten como pez en el agua, incluso más aún podría decirse, que están hechos para éso, para estar ahí y cultivar sus masas musculares y eliminar sus grasas hasta la extenuación. Son físicamente portentos de la naturaleza que necesitan machacarse para sentirse realizados.E Afortunadamente no soy de ésos. Machaquemos otras cosas... y no sean mal pensados...que podría estar refiriéndome perfectamente a masa encefálica por ejemplo.
Aún así hay que flipar con el chavalote que el otro día vi en la tele. Con cinco añitos nos da una leche a muchos de nosotros. A ver si le da por estudiar medicina...
No hay comentarios:
Publicar un comentario